Nació el 16 de marzo de 1955 en Buenos Aires. Fue el mayor de los tres hijos varones de Ñeca y Ángel. De familia trabajadora, Pablo disfrutó mucho de su infancia. Le gustaba ir a la pileta del Club de Telefónicos y era “loco por la playa” cuando viajaban a Mar del Plata a visitar tíos y primos. Creció en una casa donde se hablaba mucho de política, y él la “llevó a la práctica, como tantos de su generación”, reflexiona su madre.
Hizo el secundario en el Nacional Buenos Aires. “Ahí comienza la historia”, dice Ñeca. Durante el primer año asistió al campamento del colegio y “volvió ya con la cabeza abierta”. Comenzó a militar en el Frente de Lucha de Secundarios (FLS).
A los 17 años, para seguridad de su familia, “Pisco” –como lo apodaban– decidió ir a vivir a una pensión. Hizo un curso de tornería, empezó a trabajar en una fábrica y se unió al Peronismo de Base (PB). Luego se alejó del PB y se sumó a la Columna Norte de Montoneros. En 1979 empezó a estudiar Sociología, sin embargo su madre cuenta que él ya había elegido otra carrera para su vida: “la revolución”.
“Pablo tenía ojos color de agua, era un tipo muy inteligente y cariñoso, transmitía serenidad. Era un apasionado de la historia y de la política, disfrutaba mucho de la música y de ir a remar al Tigre”, recuerda Betina, su compañera, con quien se conocieron en el colegio y compartieron militancia en el Peronismo de Base.
El 5 de agosto de 1979 un Grupo de Tareas esperaba a “Pisco” en la puerta de la casa familiar en Beccar. Lo secuestraron junto a Betina y ambos fueron llevados a la ESMA. Ella fue liberada a los pocos días, Pablo continúa desaparecido.