Creció en Temperley, en una casa con un jardín en el que jugaban con sus amigas del barrio y su hermana menor. Ella recuerda que Inés “siempre fue muy compañera y protectora, tengo un recuerdo de mucha unión, de todo compartido”.
Se mudaron a Constitución y la familia comenzó a asistir a una iglesia metodista en la que organizaban actividades juveniles. Inés coordinó estos grupos, con los que hacían juegos en la plaza, lecturas y charlas. Le regalaron una muñeca de Mafalda, apodo que eligieron para ella por su pelo castaño y crespo y por su deseo de cambiar la realidad.
Mientras asistía al Normal 9, ingresó al Instituto Vocacional de Arte donde estudió teatro. Después de terminar el colegio cursó materias de la carrera de Psicología. No le interesaba la militancia universitaria, le gustaba el trabajo con la gente del barrio, la necesidad de ayudar a los niños pobres, escuchar a los trabajadores, a las amas de casa.
Hacia el fin de la dictadura de Onganía, Inés se integró a la Juventud Peronista, participando de marchas, repartiendo volantes y yendo a una Unidad Básica de San Cristóbal junto a su amiga Liliana. Ambas vivían en un departamento de Barrio Norte, al tiempo que trabajaban en una fábrica textil.
Por esos años de militancia conoció a Rubén Stockdale, con el que construyó una relación que su hermana define como “ruidosa, juguetona, debatían sus ideas todo el tiempo”. En la clandestinidad comenzaron a vivir juntos.