Vivió su infancia en una casa muy alegre del barrio porteño de Belgrano. Sus padres, de origen italiano y amantes de la montaña, le transmitieron ese mismo amor a Franca, quien desde los seis años hizo andinismo con ellos. Disfrutaban especialmente ir de campamento juntos a distintos refugios de Bariloche. Ella además practicaba natación, esquí y remo. Le gustaba la música clásica y el rock, escuchaba a Almendra y los Beatles.
Sentía una gran inclinación por las artes. Tocaba la flauta dulce y traversa, escribía poemas y, al igual que su papá, dibujaba y pintaba desde muy chiquita.
Alumna destacada del Colegio Nacional Buenos Aires, fue abanderada y obtuvo la medalla de oro por excelente desempeño. Desde el ámbito escolar, comenzó a militar en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Participaba en las tomas del colegio y fue delegada del centro de estudiantes. Con una sonrisa cómplice, su mamá recuerda que en uno de sus boletines Franca “tenía todo 10 y mala en conducta”. Luego de una toma que duró tres días, recibió varias amonestaciones y quedó libre. Aunque la escuela quiso reincorporarla y ella amaba el colegio, decidió no terminar allí sus estudios. Al finalizar la secundaria asistió a un taller gráfico, donde se vinculó a un pequeño grupo sindical de la Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP).
Fue secuestrada el 25 de junio de 1976 y vista en el Centro Clandestino de Detención ESMA. Tenía 18 años. Permanece desaparecida.
[En el fondo de la postal] Pintura realizada por Franca siendo niña.