Nació en la provincia de Córdoba, pero el trabajo diplomático de su padre hizo que pasara gran parte de su infancia en distintos destinos de Centroamérica. Cuando tenía once años regresó con su familia al país para instalarse en San Nicolás, donde vivió su adolescencia. Su hermana recuerda que, en esa época, era “un poco macaneador, amigo de agrandar las cosas”, aficionado a la poesía y gran artesano en plastilina.
En la casa familiar nicoleña siempre se discutieron temas de política y cultura general. Los dos abuelos fueron una gran influencia en su vida. Con “Pipo”, su abuelo paterno, compartía la profesión: ambos se destacaron como abogados especializados en Derecho Internacional Público. Daniel representó a presos políticos y denunció las malas condiciones de las cárceles y las violaciones a los derechos humanos en la Argentina. Como profesor, dejó recuerdos imborrables en muchos alumnos.
Los comienzos de su militancia tuvieron una tendencia nacionalista. Decidió muy pronto que el objetivo de su profesión sería ayudar a los demás. Luego se fue acercando a la izquierda; aunque afiliado al Partido Peronista Auténtico, se definía como marxista.
Su familia lo recuerda como una persona “de un humor inteligente, muy irónico también”. Fue un hermano “solidario, cariñoso”, e incentivaba a su hermana a leer a Hernández Arregui y Jauretche, entre otros. Daniel “puso cuerpo y alma al servicio de la justicia y de los derechos humanos”.
El 10 de noviembre de 1976, fue secuestrado en su hogar junto a su compañera Liliana, por un Grupo de Tareas de la ESMA. Daniel aún permanece desaparecido.