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La Retaguardia sigue desde hace 17 años los procesos orales a través de sus distintas plataformas. En medio de la pandemia por el Covid 19 logró la autorización para transmitirlos en su formato a distancia y se convirtió en un actor clave para garantizar la publicidad de los juicios por delitos cometidos durante la dictadura cívico militar. Una mirada sobre el trabajo profesional de los medios alternativos y populares.

“Pensamos que nuestro trabajo es claramente documental y pretendemos que sirva como vía de acceso de las nuevas generaciones a la historia reciente”. El que habla es Fernando Tebele, uno de los fundadores  y parte de la asamblea de 30 personas que componen La Retaguardia, “un medio comunitario, alternativo y popular”, como les gusta definirse, que cumplió ya 17 años.  Sin embargo, este pequeño multimedio que abarca una radio, un portal web y un periódico impreso que por el momento adoptó formato virtual, tiene un sello que lo diferencia del universo de las experiencias de comunicación alternativas: desde 2010 sostiene una cobertura constante de los juicios de Lesa Humanidad en diferentes plataformas. En la cuarentena, inclusive, La Retaguardia se constituyó también en una especie de canal de tv al obtener el permiso para la transmisión en vivo de algunos procesos orales en curso. Así, casi sin proponérselo, logró masificar el acceso del público a la experiencia de los juicios que en formato zoom lograban garantizar su característica de orales, pero perdían la de ser públicos.

Quien se interese en presenciar una audiencia del juicio por los delitos que se investigan en la causa Contraofensiva Montonera, por ejemplo, no tiene más que ingresar al canal de Youtube de La Retaguardia y accederá a la experiencia desde su computadora o teléfono móvil. Paradójicamente, la virtualidad amplió el alcance de estas audiencias, antes limitadas a la capacidad de las salas de los tribunales y la disponibilidad horaria para participar de jornadas que muchas veces son de largas horas. Pero además, el medio ofrece un seguimiento constante a través de su página web, con el Diario del  Juicio de la Contraofensiva Montonera, donde está accesible con información e imágenes, cada audiencia del proceso iniciado en abril de 2019.

La prehistoria de La Retaguardia tiene su origen en 2003 con un programa de radio de una hora semanal en la AM Amplitud, que para 2007 ya  había evolucionado hacia una especie de blog o modesto portal web de noticias. Como radio propiamente dicha arrancó en 2010 con un programa que no casualmente se llamaba –y se llama todavía- “Oral y Público”. El co- conductor de esta experiencia, que Tebele comparte con Paulo Giacobbe, es nada menos que Víctor Basterra, sobreviviente del ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio de la ESMA, y testigo clave en el juicio a las Juntas por la cantidad de material probatorio que aportó, y que había acopiado a escondidas mientras los militares lo obligaban a falsificar documentos  durante el cautiverio.

“La idea de hacer un programa de los juicios surgió naturalmente al reflexionar: ‘están pasando estos hechos que son históricos, ¿cómo puede ser que no haya un registro de este momento? Pensamos que nos íbamos a convertir en un programa más entre muchísimos otros sobre juicios pero ocho años después seguimos siendo el único que le dedica una hora semanal al tema”, explica Tebele.

La participación de Basterra en el programa no fue azarosa. “Da una idea de dónde nos paramos, qué voz lo tiene que contar, que en este caso es la de los y las sobrevivientes y quienes protagonizan los juicios”. Tebele relata que este año su co conductor debió suspender su participación en “Oral y público” por un problema de salud. Decidieron entonces que su reemplazo no debía ser otro sobreviviente y convocaron a cuatro figuras claves de los juicios para que se sumen como columnistas. Son ellos la fiscal Mercedes Soiza Reilly, la fiscal Gabriela Sosti, y lxs abogadxs Guadalupe Godoy y Pablo Salinas.

Fernando explica que La Retaguardia traza una línea constante entre las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura y las que ocurren el período democrático. “Con la causa de Luciano Arruga nos metimos por primera vez en el mundo audiovisual, porque participamos de la película ¿Quién mató a mi hermano?”, relata. El mismo caso permitió hacer la primera experiencia de un diario del juicio escrito en la web, a partir del proceso oral por torturas a Luciano, en 2012, tarea realizada desde la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA). “Aunque no lo pensamos como un diario, lo terminó siendo”. La modalidad se repitió a finales de 2018 con el juicio por los desaparecidos de La Tablada, a través de una cobertura colaborativa con la Agencia Paco Urondo y La Caterva. “Ahí ya dijimos: ‘hagamos un diario de juicio”.

“Nos sorprendimos con la repercusión de ese juicio. Muchas veces se dice que a poca gente le importa lo que pasa con las violaciones a los derechos humanos, pero cuando hay coberturas serias vemos que sí importa, lo que escasean son medios de difusión dispuestos a cubrirlos” .

En la cobertura de La Tablada, quienes integran La Retaguardia conocieron a los querellantes del juicio Contraofensiva, porque se trataba del mismo tribunal, y entonces comenzaron a proyectar un nuevo Diario del juicio, ya sin los otros medios pero con comunicadorxs independientes, entre ellxs Martina Noailles, Julieta Colomer, Fabiana Montenegro y la participación especial del fotógrafo Gustavo Molfino, sobreviviente de la Contraofensiva, quien además es querellante en la causa por el secuestro y asesinato de su mamá, Esther Gianetti de Molfino.

“La Contraofensiva tiene puntos en común con Tablada, y uno es la estigmatización de la acción que hizo que no se pudiera hablar de ella, pero lo que estamos viendo es una repercusión mucho mayor de la esperada. Una vez más, de una situación en la que uno podía pensar que no habría interés, surge algo mayúsculo, y lo que se está dando es una reversión de esa  estigmatización, y esa es una de las razones que hacen que nos parezca que está piola hacer esta tarea”.

Y llegó entonces la pandemia de Covid-19, que vino a afectar a un proceso oral que tenía la particularidad de ser acompañado por mucho público.

Fernando recuerda que La Retaguardia ya había hecho transmisiones radiales de veredictos de juicios como los de la Megacausa ESMA y los de apropiación de niños/as. La modalidad consistía en instalar una radio abierta afuera de Comodoro Py y desde allí realizar la transmisión. “Se nos ocurrió que estaba bueno presentarle al tribunal un pedido de transmisión audiovisual que garantizara la publicidad del juicio. Los juicios son orales y públicos y eso debería respetarse siempre, pero en este caso la oralidad estaba garantizada pero la publicidad no”.

Si bien el Centro de Información Judicial (CIJ) que depende de la Corte Suprema de Justicia de la Nación realizaba transmisiones, éstas no contextualizaban ni agregaban información para que el público pudiera comprender cada proceso.

Lo que siguió fue la presentación de una nota al tribunal y un preacuerdo: se permitiría la transmisión si se completaba el cupo de público virtual en la audiencia, que era de entre 20 y 30 personas. Desde la primera audiencia en período de aislamiento se logró superar el cupo y concretar la emisión con tan buenos resultados que el Tribunal aceptó recientemente mantener el formato más allá de la ocupación. Hoy, las audiencias logran reunir entre 1000 y 2500 personas conectadas al vivo, que antes del inicio de cada audiencia reciben información adicional de La Retaguardia sobre el juicio en curso. Fernando asegura que pronto podría haber novedades de otros tribunales que adopten la misma decisión.

¿Por qué la justicia, que tiene una mirada conservadora respecto de la difusión de sus acciones, aceptó que un medio alternativo y popular se hiciera cargo de estas transmisiones? “Con lo que escribimos o lo que hacemos audiovisual o en la radio, queda  claro el lugar donde estamos parados, pero elegimos no sobreactuar ni opinar sobre un testimonio desgarrador, y eso hace posible acceder a un público general que está más allá de la militancia de las causas de lesa humanidad”, razona Fernando Tebele. Y agrega: “Pensamos  que nuestro trabajo es claramente documental y pretendemos que sirva para el acceso de las nuevas generaciones  a la historia reciente. El tono con el que es contado influye a la  hora de que sea más fácil ese acceso a esos permisos, de ahí que consideremos que nuestro rol de intermediarios sea necesario sin dejar de ser secundario”.

Tebele considera este paso como una victoria del movimiento de medios alternativos. “Dimos vuelta la historia respecto de los años ‘90 cuando se decía que los medios comunitarios éramos medios truchos,  y hoy somos actores esenciales para contar algunas historias de las que los medios tradicionales se ocupan poco y nada, o mucho pero mal”.